sábado, 13 de febrero de 2016

Perdonadme, por favor.

Hay personas preocupadas
por mi delgadez
por mis ojeras
por mi salud.

He venido a disculparme.

Perdonadme porque a veces
los nervios me consumen
y mi cuerpo lo paga.
Perdonadme porque los huesos
se me clavan en la piel
y eso parece molestaros.
Perdonadme porque los problemas
muchas veces
me quitan el sueño y me crecen las ojeras.
Perdonadme porque mi cuerpo es frágil
y mi salud débil.
Perdonadme porque estoy más preocupada
por sobrevivir,
por cumplir sueños,
que por cuidar mi aspecto.
Perdonadme si alguna mañana
pierdo el tiempo leyendo
en lugar de utilizarlo para maquillarme
y estar más "guapa".

Pero, sobre todo, perdonadme porque
vuestra opinión y vuestra preocupación
-porque sí, vamos a llamarlo así-
no me importe nada.

'Disculpad mi osadía.'

domingo, 7 de febrero de 2016

Intento de extirpar miedos. Parte II.



Tengo miedo de la enfermedad,
de consumirme,
de ver cómo mi cuerpo se deshace.
Temo el cáncer,
la demencia,
la depresión.
Temo aquello con lo que he convivido,
 lo que aún es mi día a día.
Me asusta la idea de no saber quién soy
o quién eres tú.
Me aterra que alguien me agarre la mano
y no reconozca su tacto.
Tengo pesadillas
con la idea de ver cómo mi cuerpo
pierde las ganas.

He visto a alguien luchar
contra algo que,
hagas lo que hagas,
va a acabar contigo.

Hace tiempo ya
que me despedí de alguien que luchó siempre
pero que,
en el último momento,
se dejó ir.
Vi su cuerpo allí,
tumbado y débil
tratando de respirar,
y lo supe.
Supe que ella ya se había ido,
que no había aguantado seguir,
que aquella lucha se le había quedado grande.

Y yo,
a mis casi veinte,
lloro de desesperación
por no saber si seré capaz de luchar algún día.
Y sin embargo,
sé que haré como ella:
lucharé hasta que vea que no tiene sentido seguir,
y aún así lo intentaré un poco más.

Por ella.

miércoles, 3 de febrero de 2016

No te preocupes.

Mamá me mira y mueve la cabeza.
Eres demasiado pasional, me dice.
Veo las palabras salir de sus labios,
veo las arrugas de su piel moverse:
no es algo bueno.
Qué tiene de malo, pregunto.
Y sé la respuesta antes de escucharla:
no siempre saldrás bien parada.
Sonrío y esta vez soy yo la que mueve la cabeza.
Nunca salgo bien parada, mamá.
Sentir con cada parte de tu cuerpo
implica romperse en mil pedazos,
una y otra vez.
Y otra,
y otra.
Y una vez que te han roto en mil pedazos
toca coger cada trozo y volver a empezar.
Pero siempre queda alguna parte por el camino,
nunca sobrevivo completa.