Lloro. Lloro continuamente, por todo. Lloré ayer al salir del hospital porque por primera vez vi que mi abuelo estaba demasiado abuelo. Lloré la semana pasada cuando acabé un libro -hoy me ha vuelto a pasar. Lloré con una película de Sorrentino. Lloré escuchando a Janis Joplin una mañana cualquiera mientras fregaba los platos. Lloré cuando le pregunté a mi abuela, que tiene demencia, si me quería y dijo que sí, que muchísimo. Lloro cuando mi madre llega cansada y apenas puede mantenerse en pie. Lloré en una exposición de Louise Bourgeois. Lloré por dentro la primera vez que vi el Guernica porque no quería que se rieran de mí. Lloré con «Tokio Blues». Y todas las veces que he vuelto a leerlo. Lloré con una canción de Eddie Vedder. Y con películas que me recuerdan a alguien. He llorado en las escaleras de casa, cuando ella no podía verme.
Lloro porque no cura
pero ayuda.
Las lágrimas no borran el dolor,
no aumentan las alegría,
no espantan el miedo.
La emoción me hace llorar
y no pienso renunciar a ella.
jueves, 8 de septiembre de 2016
Llorar no ayuda pero.
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El problema es que a mí me duele todo: Me duele irme de los lugares y de las personas, me duele quedarme y me duele volver.
ResponderEliminarReconozco que soy un poco llorona yo también, pero a mí es que no llorar me provoca dolor de cabeza.
Siente, que no te dé miedo eso. :)