domingo, 4 de octubre de 2015

Granada duerme los domingos.



La voz de C. llega hasta mi habitación.
Canturrea mientras limpia en la cocina y yo me pierdo entre manuales y artículos.
Octubre ha entrado en esta casa en silencio, sin avisar, congelándome los pies que escapan del nórdico.
Los domingos siempre son tranquilos aquí. Granada guarda silencio y nosotras bajamos el volumen de la televisión: nada puede alterar este día.
Nada puede alterarme.
El otoño empieza a curarme: me he prometido sanar. Y lo estoy cumpliendo.
Dejar que las cosas pasen, no esperar nada.
Septiembre terminó hace cuatro días, el dolor, las lágrimas
-ese sobrevivir cansa-, todo tiene que quedarse atrás. Donde no duela. Donde no me estrangule los miedos y me arranque las sonrisas.

C. sigue cantando y yo la escucho y sonrío.

                                                                                          (feliz domingo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario