La voz de C. llega hasta mi habitación.
Canturrea mientras limpia en la cocina y yo me pierdo entre
manuales y artículos.
Octubre ha entrado en esta casa en silencio, sin avisar,
congelándome los pies que escapan del nórdico.
Los domingos siempre son tranquilos aquí. Granada guarda
silencio y nosotras bajamos el volumen de la televisión: nada puede alterar
este día.
Nada puede alterarme.
El otoño empieza a curarme: me he prometido sanar. Y lo
estoy cumpliendo.
Dejar que las cosas pasen, no esperar nada.
Septiembre terminó hace cuatro días, el dolor, las lágrimas
-ese sobrevivir cansa-,
todo tiene que quedarse atrás. Donde no duela. Donde no me estrangule los
miedos y me arranque las sonrisas.
C. sigue cantando y yo la escucho y sonrío.
(feliz domingo)
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