Madrugo aunque no hace falta.
Espero, atenta,
solo con un ojo abierto,
a que suene el despertador.
El día no empieza hasta que
mis pies
no pisan el suelo.
Me siento en la única mesa que queda libre.
Llego tarde y la cafetería está llena.
Las tartas vuelan a mi alrededor y
frente a mí
un cuadro de Frida Kahlo.
A veces tengo la sensación
de que mis mujeres me siguen allá donde voy,
como protegiéndome.
Me voy de Granada,
cargada de libros y con la promesa de que
durante estos días
la voy a echar mucho
mucho
de menos.
Galeano me susurra historias de mujeres.
Mujeres increíbles que lucharon
y luchan
y seguirán luchando.
El sueño me vence pero sé
que por la mañana
mis mujeres seguirán en la mesita de noche
contándome historias.
Nos vemos el domingo, Hogar.
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