Tengo el frio dentro. Clava sus uñas en mi nuca y se desliza
por mi espalda. Llega a los dedos de los pies y los asfixia. Tengo los dedos
azules, no pueden podemos respirar.
Y sin embargo me gusta. Me gusta el castañeo de mis dientes,
perderme en abrigos gruesos y grandes. Me gusta que el cansancio me venza bajo
una manta en el sofá un lunes cualquiera.
Y me preguntan cómo puedo sonreír con este frío que nos
congela las intenciones.
Porque nací unos días antes de que acabara el invierno. A última
hora. Con prisas. Como si no quisiera pertenecer a otra estación, a otro hogar.
Estoy hecha de hielo y frío. Menos mal.
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