He vuelto a llorar hasta quedarme dormida.
He intentado levantarme pero las ojeras pesan demasiado.
O quizá es este miércoles que lo tengo atravesado.
No sé qué es lo que me ata a esta cama.
Quizá sea el frío de la ventana,
que entra y me congela las heridas a flor de piel.
Heridas dormidas por falta de calor.
Es más fácil sobrellevar el dolor así,
congelado,
de forma que nadie pueda hacer más daño.
Por eso sigo desnuda en pleno noviembre,
porque el viento que se estrella contra mi estómago es frío,
hiela,
y así está mejor.
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