viernes, 1 de enero de 2016

Siempre llego tarde, pero llego.



Miro mi cuerpo y hago balance.
Doce meses son muchos meses para dejar cicatriz en un metro sesenta y nueve.
Un metro sesenta y nueve. Cuarenta y siete kilos.
Es curioso cómo un cuerpo tan pequeño puede recibir tantos golpes.
Uno detrás de otro.
Y cuando caes, vuelve a empezar.
Ese ha sido 2015: un golpe detrás de otro.
Y yo he permanecido ahí, de pie, recibiendo sin defenderme.
Uno detrás de otro, poniendo la otra mejilla.
Y después de tantos golpes, solo queda una marca.
Una marca que no se borra, que no se cura.
Sobrevivir cansa, nunca hay tregua.
Pero eso no significa que vaya a dejar de intentarlo, ¿no?

Feliz cambio.

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