Bebo té para calentarme las manos
y las tripas.
Me duelen partes del cuerpo que no sabía que existían.
La habitación huele a hierbabuena y a vainilla
y a cansancio.
Ahora escucho a un polaco hablando de enseñanza,
aprendizaje,
métodos.
Y yo me toco la tripa y pienso en la maternidad.
En esa vida que no crece.
Me obsesiono.
Veo mis manos,
rajadas y sangrando sobre mi estómago,
protegiendo lo que no existe,
lo que quizá nunca exista.
Sobrevivo a cuatro horas de clase con cruasanes y Baricco.
Bostezo y los ojos me lloran de sueño,
no sé qué le pasa a este cuerpo mío
que hace años que no descansa.
Algo debí hacerle a Morfeo
para que ahora me trate así.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
miércoles, 25 de noviembre de 2015
Soy atea, gracias a dios.
Escucho a Eddie Vedder como quien escucha la misa de domingo.
Como si la letra de sus canciones fuera a arreglar el mundo. Mi mundo.
Leo a Virginia Woolf como quien lee la biblia: busco la salvación.
Cómo puedo ser tan atea. Estás hueca, me decían.
Mi religión son esas palabras que algunos escriben y cantan.
Cambian el mundo. El mío. Por completo.
Vedder canta, Woolf espera a que pase la página,
yo miro mi pelo descolorido, los ojos rojos y los labios rajados.
Mi relgión no salva, no condena.
Me destroza lentamente, pero qué sufrimiento más bonito.
Como si la letra de sus canciones fuera a arreglar el mundo. Mi mundo.
Leo a Virginia Woolf como quien lee la biblia: busco la salvación.
Cómo puedo ser tan atea. Estás hueca, me decían.
Mi religión son esas palabras que algunos escriben y cantan.
Cambian el mundo. El mío. Por completo.
Vedder canta, Woolf espera a que pase la página,
yo miro mi pelo descolorido, los ojos rojos y los labios rajados.
Mi relgión no salva, no condena.
Me destroza lentamente, pero qué sufrimiento más bonito.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Heridas congeladas.
He vuelto a llorar hasta quedarme dormida.
He intentado levantarme pero las ojeras pesan demasiado.
O quizá es este miércoles que lo tengo atravesado.
No sé qué es lo que me ata a esta cama.
Quizá sea el frío de la ventana,
que entra y me congela las heridas a flor de piel.
Heridas dormidas por falta de calor.
Es más fácil sobrellevar el dolor así,
congelado,
de forma que nadie pueda hacer más daño.
Por eso sigo desnuda en pleno noviembre,
porque el viento que se estrella contra mi estómago es frío,
hiela,
y así está mejor.
He intentado levantarme pero las ojeras pesan demasiado.
O quizá es este miércoles que lo tengo atravesado.
No sé qué es lo que me ata a esta cama.
Quizá sea el frío de la ventana,
que entra y me congela las heridas a flor de piel.
Heridas dormidas por falta de calor.
Es más fácil sobrellevar el dolor así,
congelado,
de forma que nadie pueda hacer más daño.
Por eso sigo desnuda en pleno noviembre,
porque el viento que se estrella contra mi estómago es frío,
hiela,
y así está mejor.
domingo, 1 de noviembre de 2015
Este frío sana.
Tengo el frio dentro. Clava sus uñas en mi nuca y se desliza
por mi espalda. Llega a los dedos de los pies y los asfixia. Tengo los dedos
azules, no pueden podemos respirar.
Y sin embargo me gusta. Me gusta el castañeo de mis dientes,
perderme en abrigos gruesos y grandes. Me gusta que el cansancio me venza bajo
una manta en el sofá un lunes cualquiera.
Y me preguntan cómo puedo sonreír con este frío que nos
congela las intenciones.
Porque nací unos días antes de que acabara el invierno. A última
hora. Con prisas. Como si no quisiera pertenecer a otra estación, a otro hogar.
Estoy hecha de hielo y frío. Menos mal.
lunes, 19 de octubre de 2015
'No tocar'
"Nuestro interior acaba atrapándonos siempre."
Milena Busquets
Últimamente huyo de cualquier contacto físico.
Salto ante el roce involuntario de una mano.
Me escondo de los labios que tratan de alcanzar mi pelo,
buscando calmarme.
Los abrazos me llenan de angustia.
Últimamente tengo la sensación de que el simple roce de un
dedo sobre mi frente me va a infligir el mayor dolor del mundo.
Huyo del sufrimiento, de las lágrimas, de otro corazón roto,
de promesas vacías.
Como si fuese posible.
lunes, 12 de octubre de 2015
Simulacro.
He vuelto al barrio en el que vivía el año pasado.
He visto mi reflejo en el cristal donde me vi abrazada a ti.
Los recuerdos me han arañado las tripas.
Pero estoy bien. Todo sigue bien.
He visto mi reflejo en el cristal donde me vi abrazada a ti.
Los recuerdos me han arañado las tripas.
Pero estoy bien. Todo sigue bien.
domingo, 4 de octubre de 2015
Granada duerme los domingos.
La voz de C. llega hasta mi habitación.
Canturrea mientras limpia en la cocina y yo me pierdo entre
manuales y artículos.
Octubre ha entrado en esta casa en silencio, sin avisar,
congelándome los pies que escapan del nórdico.
Los domingos siempre son tranquilos aquí. Granada guarda
silencio y nosotras bajamos el volumen de la televisión: nada puede alterar
este día.
Nada puede alterarme.
El otoño empieza a curarme: me he prometido sanar. Y lo
estoy cumpliendo.
Dejar que las cosas pasen, no esperar nada.
Septiembre terminó hace cuatro días, el dolor, las lágrimas
-ese sobrevivir cansa-,
todo tiene que quedarse atrás. Donde no duela. Donde no me estrangule los
miedos y me arranque las sonrisas.
C. sigue cantando y yo la escucho y sonrío.
(feliz domingo)
lunes, 28 de septiembre de 2015
28 de septiembre.
Ya hace cinco años.
Ya hace cinco años que me despedí de ti.
Ya hace cinco años del peor día de mi vida.
Ya hace cinco años de la sangre, de los 'esta vez sí que estaré bien', pero luego no.
Ya hace cinco años pero sigo echándote de menos.
Ya hace cinco años y sigo pensando que cuando cruce la puerta estarás ahí.
Hoy hace cinco años y llueve, todo está más triste sin ti.
Ya hace cinco años que me despedí de ti.
Ya hace cinco años del peor día de mi vida.
Ya hace cinco años de la sangre, de los 'esta vez sí que estaré bien', pero luego no.
Ya hace cinco años pero sigo echándote de menos.
Ya hace cinco años y sigo pensando que cuando cruce la puerta estarás ahí.
Hoy hace cinco años y llueve, todo está más triste sin ti.
lunes, 21 de septiembre de 2015
Perderse no es malo.
Granada es ese hogar al que nunca quiero volver y del que
luego nunca quiero marcharme.
Es un quiero y no puedo:
quiero amarla,
pero duele.
Duele volver a pasear por calles en las que.
En las que debería perderme.
Debería perderme, no poder volver a casa, dejar parte de mí
en un portal.
A veces solo se necesita eso:
perderte en tu propia casa,
empezar de nuevo.
jueves, 17 de septiembre de 2015
Creer para qué.
Creo que la vida es como una gran patada en el estómago.
El dolor se extiende por todo tu cuerpo.
Duele.
Creo que crecer es como recibir un puñetazo en la nariz.
Te golpean y esperas pacientemente a sentir la sangre cayendo en los labios y luego por la barbilla.
Sigue doliendo.
Creo que vivir es recibir un golpe tras otro.
En realidad no creo en nada.
El dolor se extiende por todo tu cuerpo.
Duele.
Creo que crecer es como recibir un puñetazo en la nariz.
Te golpean y esperas pacientemente a sentir la sangre cayendo en los labios y luego por la barbilla.
Sigue doliendo.
Creo que vivir es recibir un golpe tras otro.
En realidad no creo en nada.
martes, 15 de septiembre de 2015
Por suerte todo pasa.
Si lo piensas, que te rompan el corazón es como cuando te entra champú en los ojos:
al principio escuece, duele, arde y eres incapaz de mantener los ojos abiertos.
Pero pasa el tiempo y la sensación desaparece.
Y así con todo.
lunes, 14 de septiembre de 2015
Ya no sé nada.
Me asusta
el paso del tiempo,
el silencio,
la enfermedad.
Hace tiempo que.
Ya no sé qué
ni dónde ni porqué.
Hacía tiempo que no escribía.
Creo que me asustaba ver lo que tenía dentro.
Tampoco sé cuándo.
Cuándo me perdí,
digo.
Perdí las ganas de encontrarme,
ya no quiero conocerme.
el paso del tiempo,
el silencio,
la enfermedad.
Hace tiempo que.
Ya no sé qué
ni dónde ni porqué.
Hacía tiempo que no escribía.
Creo que me asustaba ver lo que tenía dentro.
Tampoco sé cuándo.
Cuándo me perdí,
digo.
Perdí las ganas de encontrarme,
ya no quiero conocerme.
sábado, 12 de septiembre de 2015
Un sábado por la mañana llueve y ya parece otoño. Pero no.
Chloe Dewe Mathews
Llueve y yo tiemblo.
Los pies descalzos y las ventanas abiertas.
Invito al frío a entrar en casa.
En la calle la gente grita, pelea, llora.
Aquí todo es silencio.
Huele a lluvia y a un otoño que aún no ha llegado.
Sigo caminando descalza, no hay ruido.
El frío calma el dolor.
viernes, 11 de septiembre de 2015
Hace un año me sentía igual que ahora.
Abre los
ojos. Apaga el despertador. Vuelve a cerrar los ojos y respira hondo. Quédate
un par de minutos más en la cama. Retira las sábanas lentamente, no hay prisa
por empezar el día. Pon los pies desnudos en el suelo y deja que un escalofrió
te recorra la espina dorsal. Arrastra con pesadez las piernas hasta el baño.
Procura no hacer mucho ruido. Abre el grifo. Mete la cara bajo el agua fría y
deja que tu cara se adapte. Trata de domar el lío de rizos que es en ese
momento tu cabeza. Inténtalo unos minutos. Pierde la esperanza tras varios
intentos. Vuelve a tu habitación. Busca ropa en un armario desordenado. Coge lo
primero que encuentres. Vístete tranquila. No hay prisa. Busca una zapatilla.
Luego otra. Encuéntrala en la escalera. Póntelas y mira fijamente los agujeros
que tienen. Piensa en comprarte unas nuevas. Desecha la idea rápidamente. Baja
las escaleras con cuidado, recuerda todas las veces que te has caído por ellas.
Prepárate algo de desayuno. Aunque no quieras comer nada. Oblígate. Cuando
acabes, lleva la taza al fregadero y lávala. Cuando hayas acabado apóyate en la
encimera y deja volar la mente. No enciendas la luz aunque fuera esté nublado y
dentro todo esté a oscuras. Siente como el borde de la encimera se clava al
final de tu espalda. Deja la vista fija en un punto. Mira sin ver realmente
nada. Olvida que el tiempo existe, que las manecillas del reloj se mueven sin
descanso. Olvida las horas. Y los minutos. Imagina que has parado el tiempo.
Y la vida.
Vuelve a la
realidad. Mira el reloj. ¿Cuánto llevas así? Quizá horas. Puede que solo
segundos. Entonces rompe a llorar. Porque sí. Porque lo necesitas. Porque nadie
lo va a hacer por ti. Llora todo lo que no has llorado en tu vida. Saca cada
palabra, cada mentira, cada recuerdo que tienes clavado entre las vértebras.
Rómpete.
Que eres una
bomba de relojería.
De esas que
nunca sabes cuándo van a explotar. Hasta que explotan.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)